Cuando cursaba octavo básico decidí ser Publicista, no fue una decisión difícil, en ese entonces participaba desde la revista escolar (La Campana), pasando por los talleres de música, teatro, computación (ATARI), brigada de tránsito, pintura, stensil (me volví loco haciendo panfletos y afiches) hasta el de ecología, mi favorito. También fui el Presidente y Mejor Compañero vitalicios, democráticamente elegido, de mi generación. Fue producto de esta conjugación multitask que heredé todo lo que en el plano cognitivo a un Publicista le debe apasionar: escuchar, interpretar, adaptarse a los cambios e innovar, respetar las normas, manifestar, persuadir y conocer en detalle los confines y ecosistemas en que se desarrolla la audiencia. Insumos todos para liderar con naturalidad, y para convivencia y coexistencia armónica con los demás.
Hoy, treinta y cuatro años después, veinticinco como publicista, todavía me asombra que aún sobrevivan antiguos estigmas y mitos urbanos en torno a esta profesión: que es una carrera demasiado liberal (decía mi madre); que son todos los publicistas unos cuenteros; que la publicidad miente; que los creativos son artistas y requieren inspiración; que vendemos tazas para zurdos; que creamos un mundo de fantasía a la gente; que moldeamos la realidad; que exageramos los atributos de un producto o servicio… sí, me asombra porque son solo eso: mitos. ¿No me cree? Permítame explicarle: de liberal, nada. Es un trabajo con horario, exigencias y metas como cualquier otro; hay publicistas cuenteros y no cuenteros, y que lo sean o no tiene que ver con ellos mismos más que con la profesión; la publicidad no miente, no puede hacerlo, de hacerlo podría vender solo una vez y tras descubrirse la mentira nunca más; los publicistas no son artistas, su “arte” está al servicio de que otro se identifique en el, no él mismo; la inspiración no existe, la creatividad es un proceso no obra de la inspiración. Ok, un punto a favor lo de las tazas para zurdos, incluso hemos envasado el agua de la llave con gran éxito en ventas*; el mundo de fantasía está en la gente, sólo se lo mostramos; la realidad no existe, es apenas un concepto; la hipérbole no es invento nuestro, es propia del lenguaje, está viva, disponible y la usamos. Siento que no me equivoqué al escoger mi profesión, también que no le he fallado a ese niño ilusionado con la historias de Madison Avenue, porque la ejerzo con alegría, entusiasmo, responsabilidad y ética. Porque si no lo saben, lo crean o no, ¡tenemos código ciudadanos! Y aunque soy de aquellos que creen que las leyes existen y cada quien es libre de interpretarlas, también creo en que mi libertad termina donde comienza la del otro, en la coexistencia, en el marketing responsable*, en que es bueno que exista una especie de “rayado de cancha” para la sana competencia.
A finales del año pasado, con mucho orgullo y humildad acepté la invitación de CONAR (Consejo Nacional de Autoregulación y Ética Publicitaria) y ACADEMIA GLOBAL para ser el primer alumno en certificarse en su curso online “Aplicación de Ética en la Publicidad según la Normativa CONAR”, para “repasar la importancia de la comunicación ética en los negocios, como medio para construir confianza, con orientaciones valóricas, actitudes y acciones que propendan hacia un comportamiento profesional y corporativo socialmente responsable”. ¡Gran experiencia! Pienso que certificarse en ética publicitaria debería ser obligatorio para profesionales del marketing y del comercio, una especie de juramento hipocrático pero para publicistas. Pero ojo: Hippocrates, no hipócrita, porque la certificación en ética no es una selfie que pueda tomarse uno mismo, tiene que tomártela otro.
Les dejo abierta la invitación a certificarse, recomiendo ampliamente el curso “Aplicación de Ética en la Publicidad según la Normativa CONAR“. ¡Vamos por esa certificación, a lucir esta credencial!
Mario E. Moreno Rodríguez
Publicista – CEO & Founder CIBERVIVIENTE
Link Curso: https://academia.global/conar/